martes, 28 de junio de 2011

zapata,fransico,villa y venustiano carranza

                  
                                                Emiliano Zapata                                                     Pancho Villa
Porfirio Díaz había llegado a la presidencia de México por primera vez en 1876, con la ayuda de las armas. Entre 1880 y 1884 había dejado el gobierno en manos de un amigo fiel, el general Manuel González. Pero Porfirio no concebía otro sucesor que no fuera él mismo: desde 1884 había gobernado sin pausas, reelecto sistemáticamente, en ocho oportunidades. Era el "caudillo indispensable", el general protagonista de "la hazaña militar más grande de la historia", y otras calificaciones elogiosas que proferían los aduladores del régimen.
En 1910 debían llevarse a cabo nuevas elecciones. A pesar de que en 1908 había afirmado lo contrario, Porfirio volvía a ser candidato. La oposición al régimen se nucleó alrededor de Francisco Madero, un político miembro de una familia de terratenientes del estado de Chihuahua, en el norte del país. El programa de Madero se centraba en la reforma política y era apoyado por un heterogéneo conglomerado de fuerzas regionales.
En las elecciones (que, por cierto, no fueron limpias) triunfó Porfirio Díaz. En el momento de la elección, Madero se hallaba detenido en una cárcel mexicana. A diferencia de otras circunstancias, la oposición decidió resistir el veredicto. Madero, que había huido de la prisión y se había refugiado en Texas, lanzó un llamado a la insurrección: el Plan de San Luis Potosí.
La rebelión se inició en el norte de México. Desde allí, las tropas conducidas por Pascual Orozco avanzaron hacia el centro de México y derrotaron en varios enfrentamientos al ejército porfirista. En el centro sur surgió también un importante núcleo de resistencia liderado por Emiliano Zapata.
Porfirio Díaz capituló y se exilió en Europa. Madero fue electo presidente y asumió a fines de 1911l. El gobierno de Madero carecía de bases firmes: los antiguos porfiristas descontaban de él, los campesinos y sus líderes que habían combatido contra Díaz no veían satisfechos sus reclamos de tierras y participación en el poder político y, desde fines de 1912, el embajador de los Estados Unidos conspiraba abiertamente contra el presidente de México. De este modo, surgieron diversos grupos opositores a Madero, muchos de ellos irreconciliables entre sí. 
Los constitucionalistas A principios de 1913, el general Victoriano Huerta dirigió una rebelión exitosa contra Madero, y se proclamó presidente. Madero y su vicepresidente fueron asesinados. Mientras Huerta se consolidaba en el poder, un conjunto de grupos opositores establecía una alianza, formalmente encabezada por el gobernador del estado de Coahuila, Venustiano Carranza. Los opositores, unidos bajo el nombre común de constitucionalistas -su principal objetivo era la restauración del orden constitucional-, estaban comprendidos por grupos del norte del país -el propio Carranza, el carismático y audaz Pancho Villa y un importante grupo del estado de Sonora, liderado por Alvaro Obregón- y de otras regiones -donde sobresalían los campesinos del estado de Morelos con su líder Emiliano Zapata-.
Los ejércitos constitucionalistas derrotaron a las tropas de Huerta, que dimitió y partió al exilio en julio de 1914. Los cuatro años de conflictos habían terminado con todo el complejo sistema de pactos y negocios nacionales, regionales y locales establecidos en los largos años del gobierno de Porfirio Díaz.
En su lugar, diversos grupos y caudillos, de base rural, luchaban entre sí para decidir quién iba a gobernar México. Para algunos, como los seguidores de Zapata, el problema principal era otro: la tierra. Su objetivo era el reparto de las tierras a las comunidades campesinas.
Los que habían vencido a Huerta no tardaron en enfrentarse entre sí. Carranza y Obregón fueron los jefes de los triunfadores. Villa y Zapata, los de los derrotados. En 1917 fue sancionada una nueva constitución que consagró importantes principios: aumentaba las atribuciones del poder ejecutivo, fijaba un mandato de cuatro años sin posibilidad de reelección para los presidentes, aseguraba al estado la propiedad del subsuelo, establecía numerosos derechos sociales -derecho de huelga, jornada de ocho horas, prohibición del trabajo infantil, salario mínimo, etc.-, separaba estrictamente la Iglesia del estado. Se nacionalizó la riqueza minera.
En 1920 terminaron las resistencia. Diez años de guerras habían dejado la economía absolutamente destruida y centenares de miles de muertos en los campos. De todas maneras no se avanzó en la democratización política, volviéndose a practicas muy parciales, parecidas a las de Porfirio Diaz. Los indígenas y pequeños propietarios siguieron sufriendo las injusticias del sistema y sus vidas sin grandes diferencias a la etapa oligárquica.
Fuente Consultada: El Mundo Contemporáneo (Lucas Luchilo, Pedro Saccagio y otros

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